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Stefan Ramin había emprendido un viaje de ensueño, como los del siglo XIX que tanto les gusta a los alemanes. Se fue con su novia Heike Dorsch en 2008 a recorrer toda Asia, hasta que llegaron el 16 de septiembre de este año a Nuku Hiva, una isla con dos mil habitantes.
Iban siguiendo las huellas y las aventuras que se relatan en la novela “Taipi, un edén caníbal” de Herman Melville, autor de “Moby Dick”, donde los protagonistas terminan en la cazuela de los aborígenes. Y como presagiaba este libro, así parece que ha terminado Ramin.
El turista, un consejero ejecutivo de Hamburgo (Alemania) de 40 años, salió con un guía hace tres semanas, que le iba a enseñar una cacería de cabras y no volvió. Su novia Dorsch, que se había quedado en el campamento, empezó a investigar. Localizó al guía, quien le aseguró que su novio había muerto en un ritual caníbal. Sin embargo, su encuentro desembocó para ella en una agresión con violación. Lo denunció todo, pero nadie se atrevió a confirmar la horrible muerte de Ramin.
Ahora, al encontrar los restos, casi calcinados en la Polinesia, en medio de la selva, su relato puede haber sido cierto. Las autoridades hallaron restos humanos como huesos, dientes y amalgamas derretidos, así como de ropa, entre las cenizas de una fogata que había sido prendida en una zona inhóspita de este territorio, situado en las Islas Marquesas. Por el momento, está por confirmar la prueba científica, el ADN, porque, ya que en la zona no hay un laboratorio que pueda hacer el estudio genético, han enviado las pruebas a París.
Es cierto que en la Polinesia se practicaba el canibalismo en el siglo XIX, pero se pensaba que estaba erradicado.
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