Seattle, Seattle… tenemos un problemaTerminada ya la Christmas season norteamericana, la cita comercial en la que se lleva a cabo el mayor consumo de tecnología en el mercado doméstico de todo el año, los temores que numerosas fuentes apuntaban a mediados del pasado noviembre son ya una realidad contrastada a gritos: Microsoft se ha pegado el bofetón del siglo con Windows 8.
Los datos son los que son:
puedes leer el New York Times, el Wall Street Journal, escuchar a los fabricantes de PCs, pasear por unas Microsoft Store fantasmas, comparar ritmos de ventas de dispositivos por hora, medir las páginas vistas desde los pocos Surface vendidos y en uso, evaluar el número de tweets hecho desde cada dispositivo, o ver las estadísticas de tu web en las que los accesos desde Windows 8 no llegan al 2%. La tasa de adopción de Windows 8 está siendo aún peor que la de Vista.Tomes la métrica que tomes y consultes la fuente que consultes, no cabe duda: Microsoft es la única que pretende que las cosas van bien, en un clarísimo proceso de negación de la realidad. La gran verdad que nadie en la compañía quiere ver es que la compañía está claramente convirtiéndose en un jugador secundario en un terreno en el que ya no es ni mucho menos protagonista, que su apuesta por la telefonía móvil no tiene posibilidad alguna de ganar, que su Surface ha sido una total decepción o directamente el regalo para alguien a quien odies mucho, y que las opiniones de los analistas son de todo menos bonitas. Aquellos que en noviembre afirmaban con alegría que “los nuevos Nokia se estaban agotando en todas partes” se encuentran finalmente con la dura realidad: los terminales se amontonan en las tiendas y ya no se venden ni con agresivos descuentos.
Y lo peor está por venir: unas Google Apps for Business sorpresivamente exitosas amenazan la línea de negocio más exitosa de la compañía, la que consiste en convencer a sus clientes de que lo mejor es seguir trabajando como en el siglo pasado. No, Microsoft no va a hundirse mañana: su soporte consiste en contratos a largo plazo con un mundo corporativo que se niega a evolucionar, que sigue renovando tercamente su parque mientras sus empleados más listos van pasándose a otros métodos de trabajo y alejándose de las desfasadas herramientas corporativas. Cada día, la decisión de seguir comprando Microsoft a nivel corporativo es más difícil de defender, cada día supone más una etiqueta de “somos una compañía desactualizada”, cada día más empresas se encuentran, queriéndolo o no, en un escenario en el que sus trabajadores optan por utilizar sus propios dispositivos en lugar de los que la empresa se empeña en suministrarles.
Steve Ballmer está batiendo el récord de ser el único directivo capaz de perderse todas las tendencias tecnológicas de los últimos doce años, de quedar como un auténtico idiota pretendiendo reírse del iPod, del iPhone, de Android y de muchas más cosas, y de seguir tan tranquilo en su puesto como si nada hubiera ocurrido.
No, no soy yo, ni es ningún tipo de obsesión mía: los peores presagios de antes de las navidades se han cumplido, y con creces, después de éstas. Toda esta entrada está compuesta por vínculos hacia otras fuentes, no hablamos de mi opinión. Microsoft podría tener mucho que ofrecer, pero una mala gestión la está condenando al más negro de los abismos: el de la irrelevancia.
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http://www.enriquedans.com/2013/01/seattle-seattle-tenemos-un-problema.html