La orden final al capitán: “¡Vuelva a bordo, carajo!”Se lo dijo por radio el comandante de puerto a Francesco Schettino, quien había abandonado la nave con la gran mayoría de los pasajeros todavía adentro. Podría recibir hasta quince años de cárcel."Comandante Schettino, vuelva ya mismo a bordo, carajo! Avíseme cuántas personas hay, cuántos chicos, mujeres y personas necesitan asistencia, ¿está claro? ¡Vuelva a bordo, carajo! ¡Es una orden, ahora comando yo!”. Estas palabras, gritadas por el comandante de la Capitanería de Puerto desde Livorno, Gregorio María De Falco, marcan el momento más tenso del diálogo telefónico que el hombre mantuvo con el capitán del crucero Costa Concordia, Francesco Schettino, quien había abandonado el timón de la nave mientras naufragaba frente a la isla del Giglio tras chocar con un escollo submarino. Era la medianoche del viernes y 4.234 personas luchaban por sobrevivir. De Falco utiliza la expresión “cazzo”, que suelta significa “pene”, pero en esa construcción, al traducirse, se lee como “carajo”.
Schettino – ahora prototipo del incapaz que provocó por un juego banal una tragedia que hasta el momento deja un saldo de 11 muertos y 29 desaparecidos – mintió, balbuceó, trató de justificarse y de engañar al comandante De Falco, convertido de golpe en el modelo del hombre que cumple con su deber.
El sábado Schettino fue arrestado. Ayer declaró ante una jueza que dispuso hacerle una pericia médica para saber si estaba borracho o drogado la noche del desastre. La misma jueza dictó el arresto domiciliario para el principal responsable de la tragedia.
Tras establecer la comunicación, el comandante De Falco le dice:
“Escuche Schettino, hay personas atrapadas a bordo. Ahora usted va con el bote bajo la proa de la nave, del lado derecho y sube. Estoy grabando la conversación”.
Schettino balbucea tanto que De Falco le grita:
“!Hable más fuerte¡”. Respuesta:
“En estos momentos la nave está inclinada”. El comandante de Puerto le dice entonces las palabras que encabezan esta crónica. Schettino balbucea:
“Comandante, por favor…”.
De Falco vuelve a retarlo:
“¡Ma qué por favor! ¡Vaya a bordo!”. Respuesta:
“Estoy en una nave coordinando los socorros”.
“¿Ahí está coordinando? – pregunta De Falco –.
Vaya a bordo, coordine los socorros a bordo, ¿se niega a hacerlo?”. Schettino responde:
“No, no me niego”. Y da excusas. Que todo está muy oscuro, que la lancha está detenida.
En otro tramo de la comunicación, el capitán del crucero dice que su segundo comandante y los otros oficiales están con él, algo increíble. Quería decir que habían dejado a los náufragos librados a su destino.
“Yo cumplí con mi deber y Schettino mentía, era fácil darse cuenta”, dijo ayer a un diario de Livorno el ahora admirado comandante De Falco. En la misma jornada, Schettino, llevado con esposas en las muñecas, declaró ante la jueza Valeria Montesarchio. El fiscal general de Grosseto, Francesco Verusio, dijo que “el comportamiento del navegante es inexcusable”.
Schettino está acusado de homicidio culposo plúrimo. Podrían darle 15 años de cárcel.Mientras tanto, los buzos encontraron otros cinco cadáveres: cuatro hombres y una mujer de entre 50 y 70 años, con los chalecos salvavidas puestos. La cifra de muertos asciende a once y los desaparecidos 29. Había 12 desaparecidos alemanes, pero uno fue encontrado ayer ileso en su casa. Había regresado por su cuenta, aterrorizado por la aventura vivida. Hay también al menos seis italianos, cuatro franceses y una camarera peruana de 25 años.
Incursores de la Marina de Guerra italiana hicieron estallar varias cargas para abrir camino dentro de la nave y permitir a los rescatistas seguir con la búsqueda.
En torno al crucero, que yace como un gigante muerto a 200 metros de la costa, se colocaron 900 metros de barreras de altura, un cinturón de protección ambiental que cubre todo el perímetro de la nave, para contener la eventual dispersión de 2.300 toneladas de combustible que hay en el barco.
Setenta sobrevivientes presentaron ayer denuncias judiciales respaldados por una asociación de consumidores, para obtener indemnizaciones. Se estima que el desastre podría costar hasta mil millones de dólares a las compañías aseguradores y a los armadores de la compañía genovesa Costa, que desde hace unos años es propiedad de la empresa norteamericana Carnival, número uno en el mundo en la especialidad de los cruceros turísticos.
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