Si no conocen la historia, tomense la molestia de leer todo, aunque sea largo.. es muy interesante, e increible que en el siglo XXI aun sea cierto esto.
CIUDAD DE MÉXICO, 8 de noviembre.- Caminaron lentamente por la plaza principal. Eran dos los amigos que habían decidido ponerle fin a un silencio sepulcral que los mantuvo muertos en vida por más de 25 años. Esa tarde, fue la última vez que Oscar vio con vida a su mejor amigo. Las amenazas de muerte serían consumadas esa misma tarde.
Fidencio fue asesinado a manos de un ejército armado a la vista de todos los pobladores que quisieron presenciarlo.
“Lo fusilaron y mientras lo hacían me miraban para que me quedara claro lo que me pasaría si seguía abriendo la boca, después le cortaron la lengua y se lo llevaron arrastrando por todo el pueblo”, narra Oscar con la mirada dirigida hacia la calle sin pavimento.
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Dicen que hubo más, yo ya no pude ver. Pero hay quienes me contaron cómo terminaron quemándolo vivo, lo torturaron y él intentó defenderse, gritaba, le alcanzó a disparar a dos, esos dos están ahora en la cárcel, pero los que lo mataron siguen aquí en Nueva Jerusalén”, narra el muchacho delgado, de tez morena y ojos grandes.
La lengua que le cortaron a Fidencio en frente de todo el pueblo, había sido la causante del momento de barbarie. Un mes atrás, los amigos habían dejado la sierra michoacana para llegar a Morelia, la capital del estado, para interponer una denuncia ante la Procuraduría General de Justicia por amenazas de muerte.
Los jóvenes contaron a las autoridades estatales que en el nombre de la virgen del Rosario, su pueblo cometía delitos que iban desde
“la violación de niños a manos de sacerdotes, extorsiones, quema de casas y asesinatos”, explica Oscar.
“Pero la denuncia no sirvió de nada, tampoco vinieron a ver qué era lo que estaba ocurriendo aquí y un mes después, asesinaron a mi amigo en frente de todos”, el joven hace una pausa de varios segundos, luego respira hondo y decide poner fin a la narrativa de aquél momento que lleva tatuado en su mirada.
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¿Cómo es vivir en Nueva Jerusalén?- se le pregunta después.
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De niño, todo muy tranquilo porque nunca sales de aquí y crees que así vive la gente en todos lados, luego comienzas a visitar otros pueblos y ves que los otros niños patean una pelota o montan una bicicleta y entonces te preguntas, “¿por qué si yo hiciera lo mismo podría ir a la cárcel?” Jugar futbol o andar en bicicleta, son sólo algunas de las actividades que tienen prohibido realizarse en la Nueva Jerusalén, un poblado caliente, situado en medio de cañaverales y milpas de maíz. Las mujeres no saben qué es colorear sus mejillas, labios u ojos. Tampoco han vestido nunca un atuendo diferente al que portan día a día: falda hasta los tobillos, blusa de manga hasta los puños y un mandil al frente. Velo de colores pastel en la cabeza, cabello recogido y alpargatas.
La televisión es por demás nociva y muchas mujeres esconden por debajo de su sostén teléfonos celulares obsoletos que les sirven para comunicarse con sus familiares en el exterior. Juana es una de ellas. Camina a paso rápido por una colina empinada donde las piedras lisas hacen complejo el avanzar. No quiere que nadie le pregunte nada y agarra su velo y lo pone hacia el lado derecho de su cara para no develar su rostro.
-¿Por qué escondes el teléfono?- se le grita a la mujer tras no alcanzar su paso cuando parece que seguirá de frente, Juana se voltea y contesta:
-Porque voy a entrar del otro lado.La cruz en este mundo o el infierno en el otroSon siete horas de camino por carretera desde el Distrito Federal hasta Turicato, municipio michoacano donde se encuentra Nueva Jerusalén. El transporte público no entra hasta este poblado. Los pasajeros que quisieran entrar a la comunidad deben bajarse en medio de la carretera y subir una loma empedrada por 10 minutos.
Una reja grande y cerrada con una cadena es la puerta principal de la comunidad, junto a ella, la primera advertencia da la bienvenida: “Prohibida la entrada a las mujeres con falda corta o vestido escotado y sin mangas, vestidas con pantalones, pintada de la cara o de las uñas y la cabeza descubierta y a los hombres con cabello largo y vestidos deshonestamente”.
Son las 12:30 horas de un jueves. Del costado derecho, una patrulla de la policía municipal y de frente a la puerta principal, otra más. Hay tres uniformados en cada una de ellas. Son de mirada tranquila y amables al contestar. Son 19 hombres en total los que han sido enviados a Nueva Jerusalén para controlar los desmanes que se llegasen a presentar.
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Sinceramente nosotros no podemos hacer nada. Ellos son tres mil hombres, muchos son fanáticos, armados con pistolas, machetes y tubos, nosotros somos 19 y no tenemos orden de detenerlos, ni de llevárnoslos a declarar, ni de nada –platica de manera anónima un policía que se ha cubierto la cabeza con un paliacate negro.
-¿Entonces para qué están aquí? El hombre se carcajea y responde:
-Es lo mismo que me pregunto yo. La calle nunca es recta. Son subidas y bajadas las que unen cada una de las colonias de la Nueva Jerusalén. Desde un costado, la mirada se pierde y se ve un poblado que se asemeja a un nacimiento o un pesebre decembrino. Hay chivos y chivitos en medio de la gente. Unos comen pasto, otros simplemente son arriados por un hombre con huaraches que les dice por dónde continuar su trayecto. Las mujeres se ven todas como la virgen María. Con sus velos de colores atados a la cabeza y faldones que a duras penas dejan ver su dedos al caminar. Los hombres con sombrero y escapularios colgados al frente de sus camisas.
Todas las casas tienen algún distintivo religioso: medallas pegadas en la puerta, cortinas con la virgen del Rosario pintadas manija de entrada, altares con velas en los antejardines, fotografías de familiares a los que la virgen les ha concedido un milagro.
Son siete las iglesias que hay en la comunidad de tres mil habitantes. A la principal le llaman “La Ermita” y en ella se encuentra la virgen del Rosario, creadora de lo que es hoy La Nueva Jerusalén. La construcción abarca más de tres cuadras en línea recta en la plaza principal. Las paredes son blancas y azules y en la puerta de acceso, una lona blanca vuelve a poner sobre aviso las prohibiciones del pueblo.
“Éste es el reglamento de convivencia en la Nueva Jerusalén”, es el encabezado de la lona en donde se lee que está prohibido el uso de tecnología, el acceso a mujeres sin la vestimenta adecuada y los hombres “vestidos deshonestamente”.
Las campanas de la iglesia retumban hasta la parte más lejana del pueblo a partir de las cuatro de la mañana, cuando comienza a oficiarse la primera misa. Después hay otra a las cinco a.m. y la última es a las siete de la mañana.
–Y después de las mismas, ¿qué hace la gente en el pueblo, en qué ocupa su tiempo libre?- A las seis de la tarde rezamos todos el santo rosario, también celebramos todas las fiestas litúrgicas que marca el calendario, desde las doce fiestas más nombradas como pascua, navidad, semana santa, bautizos, confirmaciones y bodas, hasta el día de los santos chicos hasta los más renombrados -platica un señor de unos 75 años que sentado en la banqueta frota su rosario.
-¿Pero no juegan cartas, dominó o futbol?- No… ¿cómo cree? esas cosas aquí están prohibidas-. La plaza principal de la Nueva Jerusalén está pavimentada. Los transeúntes caminan sobre un recuadro de pavimento liso y otro empedrado. Una banqueta semejante a un malecón sin playa atraviesa toda la plaza. En ella, los fieles pasan horas rezando el rosario, hablando de la misa que acaba de oficiarse o contando las anécdotas de su día a día.
En el quiosco central, una mujer le habla a una figura dibujada en uno de sus costados. La pintura es la recreación de una mujer de trenzas largas, cara delgada y de mediana estatura, con falda larga y parada sobre un camino boscoso pero solitario. Es Gabina, más conocida en el pueblo como “Mamá Salomé”, la vidente que hizo leyenda la creación de la Nueva Jerusalén.
La creyente se lleva las manos a la frente, luego a la altura del pecho y continúa su ritual de echarse la bendición en frente de la imagen pintada en uno de los cuadrantes del quiosco principal. Después sus labios se mueven en voz baja y sus ojos se encharcan en llanto. Sólo ella sabe los secretos que le confía a lo que para ellos es la obra de arte más sagrada de su terruño.
Frente a la mujer hay una construcción en donde reposa el peso del poder en toda la Nueva Jerusalén. Se hace llamar “Oficina de la Encargatura”. Arriba de la puerta verde está colgada la imagen de San Miguel Arcángel combatiendo con su espada a los demonios al acecho. Junto a la puerta, una tienda de campaña. Ahí duermen los policías municipales que han sido enviados para atajar las tensiones entre los colonos.
A una cuadra de la oficina de la encargatura, hay un portón enrejado con candados gruesos. Los barrotes dejan ver más de 100 escalones que suben hacia una pendiente donde se alcanzan a ver tres cruces blancas. La del medio supera el tamaño de las otras dos que permanecen a la izquierda y a la derecha.
–Disculpe señora, ¿qué es este lugar? -se le pregunta a una anciana que camina con prisa a las 7:05 a la última misa del día.
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Ire señorita, es el calvario. Es una lástima que esté cerrado, si no, yo mismita la subía para mostrárselo. En semana santa hacemos ahí la representación del cristo crucificado… ¿ya vio el letrero?-, pregunta la mujer que camina apoyada en un bastón más endeble que sus extremidades, con la cabeza levantada hacia el arco de la entrada, donde en letras grandes y mayúsculas, se puede ver lo que la mujer quiere que se lea: “O la cruz en este mundo o el infierno en el otro”.
Mamá Salomé y Papá Nabor“Todo lo que le parece a usted quizás absurdo, para nosotros tiene mucho significado… si usted va a misa a rezar a encontrarse con Dios, ¿para qué necesita un teléfono?... tenemos tanto que agradecerle a la virgen del Rosario que es nuestra madre, nuestra creadora… porque este pueblo está aquí con más de tres mil gentes porque ella lo pidió, ¿qué más prueba quiere?”.Son las palabras de un feligrés que no quiere proporcionar su nombre pero sí dejar claro su fe por la Virgen del Rosario y su gusto por vivir en La Nueva Jerusalén. La leyenda de creación de este pueblo perdido en la sierra michoacana se conserva de manera oral y se reproduce en un pequeño libro que tiene el imprimatur otorgado por el Obispo Nabor.
La historia data de 1973 cuando la virgen se le apareció a una mujer llamada Gabina Sánchez, a quien después se referirían como “Mamá Salomé”.
En medio de una tormenta furiosa, la mujer de origen campesino y trenzas hasta la terminación de la espalda, escuchó una voz que le dijo:
“detente mujer, camina mujer y anda en paz”. Gabina pensó que eran las almas de los difuntos que le hablaban.
De repente la fémina se encontró del otro lado de un gran río caudaloso sin saber cómo había logrado cruzarlo. Su ropa estaba seca. De ahí se tejieron una serie de milagros, incluida la fundación de una comunidad que tiene como actividad principal la adoración de la virgen.
“Mira, ve y dile al sacerdote que quiero la fe del santo rosario porque el mundo está perdido y se va perder”. La campesina corrió con el párroco del pueblo conocido ahora como Papá Nabor y fue él quien ayudó a construir en compañía de cientos de feligreses la Ermita en donde hoy reposa la Virgen Santísima del Rosario y donde más de tres mil pobladores de todo México han llegado a vivir rodeados de su fe.
Pero Mamá Salomé, quien se autoproclamó vidente de los mensajes de la virgen, murió y entonces Papá Nabor se consagró como el nuevo “Monseñor” u “Obispo” de la Nueva Jerusalén. En el 2008, después de muchos males de salud, “Papá Nabor” también dejó este mundo y con él llegó otro clérigo que se hace llamar Martín de Tours. Pocas personas en la comunidad han visto su rostro.
Martín vive en el “cielo”, así le llaman los habitantes del municipio a la casa de su “obispo” que está en la parte más alta del cerro. Se alcanza a ver desde la plaza principal del pueblo una iglesia y su cúpula color amarillo.
“Los que sí han ido hasta allá, saben que el señor tiene en su casa todo lo que prohíbe; televisores plasmas, camionetas de lujo, teléfonos celulares, también se hacen fiestas privadas y mandan a llamar a las mujeres del pueblo para que participen en sus orgías”, cuenta el hombre de baja estatura que también optó por el anonimato.
Burros en el cielo o sabios en el infiernoLa Nueva Jerusalén es un pueblo dividido en dos. Desde hace un par de meses, cuando más de 300 hombres le prendieron fuego a las únicas aulas de clase oficial que había en la localidad porque según ellos “la virgen no quiere escuelas mundanas”, la comunidad ardió en rabia y se crearon dos bandos dispuestos a todo: laicos y religiosos.
Los laicos quieren que se vuelvan a construir las escuelas en el mismo lugar en donde sólo quedó la esquelética figura de dos escuelas que hace cinco años, había instalado el gobierno estatal para que los niños se cultivaran.
Los religiosos han decidido no dejar que nunca más una escuela laica pise su comunidad porque consideran que todos los niños de la Nueva Jerusalén deben aprender la doctrina de lo que ellos llaman la religión católica, apostólica y romana antigua.
“No los llame religiosos, son fanáticos... están locos” dice don Emiliano, uno de los representantes del llamado “Movimiento Laico de Nueva Jerusalén”. Para otros pobladores simplemente son “los de adentro y los de afuera”. La frase tiene mucho sentido. Afuera de las murallas que cercan el municipio, hay más de mil casas de cemento, lámina y cartón que también hacen parte de la Nueva Jerusalén.
Son cientos de hombres y mujeres que han construido sus viviendas afuera de las murallas y que han decidido declarar una lucha frontal de “hermanos contra hermanos” para que sus hijos regresen a las aulas y puedan aprender lo que el 85 por ciento de sus padres no aprendieron jamás: a leer y a escribir.
Nueva Jerusalén está poblada por gente humilde. Muchos de ellos campesinos. Gente que no tuvo acceso a la educación pero que sí aprendió a trabajar para llevarle de comer a su familia. Abelino es uno de ellos. Es analfabeta y sus huaraches dejan al descubierto unos dedos cuarteados por el caminar de los años. Las uñas redondas abrazan la tierra caliente, esa misma tierra que se convirtió desde hace 15 años en el hogar de los nueve hijos que procreó y que pernoctan en una casa de cemento que está ubicada afuera del cerco que divide a un bando del otro en la Nueva Jerusalén.
Él mismo levantó su vivienda ladrillo a ladrillo con la ayuda de otras manos que al igual que él, llegaron a poblar este municipio michoacano que vive al compás de la religión. Ahora, muchos de esos que pasaron horas junto a él construyendo su morada, son también sus enemigos y colaboraron para destruir a punta de piedras, machetes, picas y fuego, las escuelas en donde sus hijos iban a estudiar.
La camisa verde le cubre a Abelino sus brazos morenos. Está enojado y su rabia hace que todos los días se ponga en la puerta principal a recibir a los medios de comunicación que quieran conocer de cerca la problemática que viven día con día desde que las escuelas quemadas, se convirtieron en su peor mal recuerdo.
Del lado derecho del techo de la casa de cemento de Abelino, una bandera mexicana ondea de un lado a otro. De una de las habitaciones sale Margarita, una adolescente de escasos 12 años que es una de las seis hijas mujeres del hombre moreno de 54 años de edad. Los otros hijos son tres hombres y
“en total somos como 12 personas las que vivimos aquí”, se ríe Abelino cuando ve salir de las dos únicas habitaciones a dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete, de sus habitantes.
“El resto debe andar por ahí”, señala aún con la sonrisa entre dientes.
Afuera de la casa de Abelino, una cuerda de más de tres metros de largo sostiene su medio de transporte.
“Se llama burro, así nomás, en éste me voy todos los días desde las cinco de la mañana a trabajar hasta allá arriba y regreso ya hasta la tarde” señala el hombre con su índice hasta el pico de la montaña.
Abelino sigue su camino rumbo a una de las iglesias que está afuera de la muralla de la Nueva Jerusalén, donde para ellos “viven los fanáticos” que le prendieron fuego a las escuelas donde iban a estudiar sus hijos. Ahí se han dado cita más de 150 personas, la mayoría mujeres cabezas de hogar que quieren llegar a un acuerdo con el gobierno estatal que les permita que las escuelas vuelvan a quedar en el mismo lugar donde fueron destruidas.
“Si ellos mismos las tumbaron, que ellos mismos las construyan” alza la voz una de ellas. El resto aplaude y comienza el ánimo a efervecer.
-... escúchenme por favor, no entiendo yo por qué ahora salen con otra cosa, en eso no habíamos quedado… en esta hora ya vienen las firmas de la gente del gobierno, sólo faltan las de nosotros, la idea es que mandemos a los niños a estudiar.La Injertada a partir del próximo lunes -habla un hombre de sombrero a gritos para ser escuchado por una multitud que no quiere que sus hijos sean reubicados para seguir estudiando.
Después de más de una hora en una acalorada discusión, algunas mamás deciden mandar el lunes siguiente a sus hijos a estudiar a las instalaciones de lámina provisionales que construyeron hace un par de semanas las autoridades estatales afuera de su comunidad.
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No hay de otra. Creo que lo entendimos demasiado tarde. El gobierno dice que no va construir las escuelas en el mismo lugar donde las tumbaron porque el riesgo es muy alto, es decir, que le están dando la razón a los fanáticos, que hasta ellos le tienen miedo a esa gente y nosotros ahora tenemos que mandar a los niños a estudiar hasta aquí aunque no queramos, ni el gobierno nos da una solución, estamos solos - dice uno de los líderes del movimiento laico. Luce sin fuerzas, abatido. Está sentado en un muladar de tierra húmeda en donde las obras siguen construyéndose para que los niños de La Nueva Jerusalén regresen a estudiar.
La temperatura en este poblado de las montañas michoacanas alcanza hasta los 40 grados. Las aulas que el gobierno ha implementado tienen un ventilador que poco hace por el bochorno que azota los salones que todavía lucen con asientos vacíos.
Para que los niños lleguen a sus nuevas aulas deben caminar más de 40 minutos por subidas y bajadas sin pavimento. Los zapatos se resbalan, los pies se cansan y se agrietan los talones de las madres que sólo pueden usar calzado descubierto.
Antes de llegar a la escuela, un arroyo hace pensar que ir a estudiar es más complejo que vivir en un pueblo donde casi todo está prohibido. El caudal supera los 20 centímetros, por lo que los más pequeños no podrían pasar sin un adulto que los sujetase. En un tramo del río la corriente es fuerte y combatirla es tan arriesgado como tener que atravesar todos los días el otro lado del pueblo, donde los religiosos miran de cerca a los que para ellos son “rebeldes que se irán al infierno por desobedientes”.
-Ellos se han dado cuenta que sus niños serán los jóvenes del mañana pero son diferentes a los que llegaron a poblar su pueblo porque estos ya saben aprender a leer y a escribir y muchas de sus creencias podrían ser refutadas... por eso siempre nos dicen que prefieren burros en el cielo, que sabios en el infierno, ése es el trasfondo de la quema de las escuelas-cuenta en voz baja uno de los maestros de la Nueva Jerusalén.
Código:
http://www.excelsior.com.mx/2012/11/08/nacional/868808
Info sobre el pueblo en Wikipedia:
Código:
http://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Jerusal%C3%A9n_%28Michoac%C3%A1n%29
Informacion mas detallada sobre el conflicto que se desato con la quema de las escuelas:
Código:
http://es.wikipedia.org/wiki/Conflicto_religioso_en_Nueva_Jerusal%C3%A9n_de_2012