(R. Iorio)
En lo que digo, nadie se engaña: Nos libramos del vencido. Todos barremos con saña a los ídolos caídos.
No serás siempre el primero. La humana limitación cambia a capricho al puntero de toda competición.
Olfateamos muchas cosas entre prisas, diariamente: son verdades deliciosas y verdades pestilentes.
Nadie da nada de balde, sabelo. El candor últimamente está muy bravo. Aunque la verdad escalde sobran cadenas y esclavos.
Libertad y sus vestigios... Más vale ponerse a salvo... Muchos calzan gorro frigio solamente por ser calvos.
Cubre al cuerpo cualquier tapa. El placer también demacra. Todo ser busca una tapa, cada cual cubre su lacra, si. Cada cual su lacra oculta...
Aunque en virtudes abunde, y se juzgue inobjetable, cuando el humano se hunde siempre busca un responsable.
A menudo nos engañan escondidas apetencias. La culpa ajena es barata, regalarla no nos cuesta, no. Nada nos cuesta.
La hipocresía propasa todo ejemplo en esta tierra. Al asesinato en masa los hombres lo llaman guerra.
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